17 diciembre, 2015

El ángel que llora.

Ayer la vi llorar. 
La vi como nunca antes la había visto.
Triste.

Porque ayer la vi llorar desconsolada, triste, rogando con sus lágrimas que todo fuese mentira.

Hoy la he vuelto a ver llorar.
La he visto como muchas veces pero como nunca al mismo tiempo.
Desesperada, triste.

Llena de lágrimas amargas que le da la vida, llena de tristeza que le crean las situaciones.

Mañana la veré llorar otra vez.
La veré como nunca antes.
Desesperada, triste, hundida.

Porque mañana llegará un vendaval de emociones insostenible que hunden a cualquiera en su sano juicio.


Pero aquí ya estamos todos locos; todos hemos perdido la cabeza por razones sin peso que desorientan a cualquier aventurero que se toma la vida como una broma de mal gusto. 

Porque no hay soluciones para quien no las quiere encontrar, ni felicidad para aquel que se estanca en el pasado putrefacto.

16 noviembre, 2015

¿Qué quieres cuando seas mayor?

Una pregunta sencilla, ¿cierto? Pero cuantos más años pasan más compleja se vuelve la respuesta.

  • Me gustaría ser psiquiatra, pero no soportaría la dureza de ese trabajo.
  • Me gustaría ser psicóloga, pero no soportaría a alguien llorando en mi consulta, porque yo acabaría llorando también.
  • Me gustaría ser profesora, pero no sería capaz de enseñar a tantos niños.
  • Me gustaría ser arquitecta, pero no me fiaría de mis edificios.


"De mayor me gustaría ser..."
¿Feliz?
¿Alegre?

Yo de mayor no sé si quiero ser psicóloga, profesora o arquitecta, pero quiero ser alguien de quien poder sentirme orgullosa.
Alguien que, al mirarse al espejo, viese todas sus metas cumplidas, alguien con las cosas claras, alguien orgullosa de sí misma, alguien con la capacidad de curarse sus heridas.

08 noviembre, 2015

Nos separa más de lo que pensamos.

Nos separa muy poco.
Sólo una vida de diferencia.
Sólo un muro, y una puerta metálica. 
El frío mármol y aquel epitafio me dicen que no te he dicho suficientes veces cuánto te quiero, que todos los abrazos y los besos que te he dado no han sido suficientes. 
Mis lágrimas amargas demuestran que te echo de menos más de lo que puedo soportar.
Esas flores que todos te dejan me dicen que no hay vuelta atrás. 
Mi silencio demuestra que ya no me puedes escuchar, y que por eso no merece la pena gritar y preguntar por qué.

Nos separa muy poco, pero más de lo que pensamos.


El reloj que nunca marca la hora.

"A las dos, serán las tres."

Pero tú no cambias la hora de ese viejo reloj de pulsera que siempre llevas. 
Prefieres dejarlo como está para no crearte más confusión.
Y porque no piensas que sea verdad eso de que es por ahorrar energía.
Para ti las dos serán las tres, pero tu reloj seguirá marcando las dos.




"A las tres serán las dos."

Hoy, yo tampoco cambio la hora del reloj de mi memoria, pues aún te recuerdo. 
Porque no sólo pierdo o gano horas con los cambios al antojo de esas dos manecillas.
No gano momentos para recordar contigo, 
pierdo el tiempo pensando cómo sería todo sin aún pudiera abrazarte.
Distinto.
Diferente.




Pero ahora, descansa, has vivido mucho, y tu reloj ya no marca la hora.


Algún día volveremos a encontrarnos.
Y podré darte las gracias por todo.


09 septiembre, 2015

Crisis.

Hemos perdido. Lo hemos perdido todo...

Hemos perdido las ganas de luchar tras tantas decepciones.
Hemos perdido las ganas de conocer cosas nuevas por el miedo a encontrar algo que no nos guste.
Hemos perdido la poca compasión que nos quedaba.
Hemos perdido la poca humanidad que nos distinguía.
Hemos perdido cualquier rastro de ganas de ayudar porque ya no nos importa nadie.
Hemos perdido cualquier ápice de ganas de vivir porque no queremos vivir como nos toca.
Hemos perdido las ganas de sonreír porque la vida siempre es injusta con nosotros.

...aunque también hemos ganado. Hemos ganado demasiado.

Hemos ganado espacio en nuestras vidas por haber construido barreras imposibles de saltar.
Hemos ganado en egoísmo por no querer compartir algo que no es ni siquiera nuestro.
Hemos ganado en hipocresía por mentirnos incluso a nosotros mismos.
Hemos ganado en venta de antidepresivos y en falsa felicidad porque estar triste está mal visto.
Hemos ganado en deshumanización pues cada día sentimos menos por nosotros mismos y por el resto.
Hemos ganado en riqueza porque los pobres ya no quieren vivir.

Y ahora no sé si es mejor proclamarse ganador o perdedor, porque hemos entrado en crisis.
Una crisis de valores dónde o traes verdes praderas en tus bolsillos o nadie te oirá quejarte por mucha razón que lleven tus gritos.

03 septiembre, 2015

El mar.

El mar respiraba tranquilo una noche más. O una noche menos. 
El mar. Tan inocente y culpable a la vez. 
Ese mar que se ha tragado las almas de los más atrevidos, o de los más desesperados. Pues la desesperación llevada al límite puede verse como atrevimiento.

Ese mar que se ha tragado cientos de almas hoy respira tranquilo, 
pues sabe que cualquiera que caiga en su aguas está a salvo.

¿¿Uno puede estar a salvo en un cárcel de almas??

Mamá, ¿por qué está todo tan oscuro, por qué no puedo respirar, por qué hace tanto frío?
No te preocupes cariño. Mientras seamos capaces de ver la luna, estamos a salvo.
¿Dónde estamos, mamá?
En el mar, cariño.
Pero no hay sirenas.
Pero nos tenemos el uno al otro.
-Se abrazaron más fuerte.-
Mamá,¿dónde está la luna?
[...]
¿Mamá? Mamá, responde. ¡¿Mamá!?
[...]


El mar, que lo escuchaba todo, se quedó callado, en calma.
Reinaba el silencio más absoluto.
El mar volvió a suspirar.
Pero en aquel suspiro rompió a llorar, pues aquella madre y su hijo, que debían salvarse y llegar a tierra firme, perecieron en el intento y quedaron atrapados en su fría oscuridad.

Y por eso, cada vez que el mar recuerda a aquella madre y a aquel hijo, se pone furioso y llora, rompiendo así sus olas en cualquier orilla.




13 agosto, 2015

Era un ángel.

Aterrizó en un lugar extraño. Todo el mundo le decía que era un ángel, una persona encantadora, pero ella, tan sensible y temerosa, no veía nada por lo que la gente le decía que era una criatura magnífica, no encontraba motivos para creerse esas cosas.
Se llevó hostias de todos los colores y tamaños, le clavaron mil y un puñales por la espalda, perdió a cientos de personas pues, por un motivo o por otro siempre se iban o ella misma los echaba, quedó de mala de la película tantas veces que llegó a pensar que se merecía todo lo malo que pudiese pasarle.


Ya no se quería.

Cada noche antes de dormir, intentaba rasgar su piel, por si acaso era verdad que era un ángel y conseguía sacar sus alas de debajo de aquella capa blanca que cubría cada centímetro de sus músculos. Pero cada noche fracasaba en su burdo intento de echar a volar, de conocer mundo o más bien de dejar atrás todo lo que le rodeaba, o quizás de volar tan alto como para perderse para siempre.

¿Existían los ángeles sin alas?

Cada mañana la monotonía le consumía desde dentro, pero estaba a gusto con la normalidad que le rodeaba. No había cambios, lo tenía todo bajo control. Pero era un control que se obtiene cuando pasas demasiado tiempo en el mismo lugar, entre cuatro paredes, con las mismas personas, con las mismas normas, y lo respetas todo hasta el punto de llegar a convertirte en una perfeccionista meticulosa. Y así era, perfeccionista hasta la médula hasta llegar al punto de resultar irritante al resto de personas. 

Era la monotonía más perfecta.

Pasaba cada tarde en su habitación inventando nuevos conceptos, intentando no perder la cabeza, intentando crear cosas bonitas, intentando recibir comentarios positivos de personas anónimas. Quizás no intentaba nada de eso y sólo quería mantenerse alejada unas horas más hasta que volviera a llegar la noche, para volver a arañar su piel con el fin de averiguar algo sobre ella.

Si ella era un ángel, los ángeles deberían de ser monstruos que no se quieren, monstruos que, con o sin alas, sólo quieren volar lejos de la realidad y volver al sitio dónde pertenecen. 


08 agosto, 2015

Dos años y dos días

Aquí vuelvo para intentar liberarme de la carga que tengo sobre estos hombros desgastados, a deshacerme de la pena que me reconcome y desgasta desde hace tanto tiempo, a evadirme un rato de todo, porque como el agua, me estanco y me pudro, y necesito renovarme y no encuentro otra forma que esta.

Dos años y un día. Ese es el tiempo total que llevo sin saber nada de ti, porque no hay nada que saber. Porque ese es el tiempo exacto que llevas fuera, de viaje, de esos viajes en los que no pides billete de vuelta pero que todo el mundo quiere que vuelvas. Ese tipo de viaje que nadie que hagas pero que todos debemos hacer algún día. El menos esperado para algunos, para otros, la fecha de ida se ve venir desde lejos.
Dos años y un día, ahora dos, pues esto comencé a escribirlo ayer pero no pude acabarlo.

Dos años y dos días, ¡cuántas cosas han pasado y cuánto me he superado a mí misma! Dos años y dos días dedicándote cada triunfo. Dos años y dos días pidiendo perdón por cada derrota, por cada fallo, por no ser suficiente.
Dos años y dos días.

Todo este tiempo he tenido un nudo en la garganta que me impedía hablar de ti sin acabar balbuceando entre sollozos, todo este tiempo he sido incapaz de mantener la calma al ver una foto tuya. He sido incapaz de no romper a llorar al volver a verte en alguna foto, o al escuchar alguna historia tuya de boca de otra persona. 
Porque he querido aparentar que no me pasaba nada, que todo iba a seguir bien, igual. He querido aparentar que era fuerte, cuando no lo soy. He querido engañar al resto, pero soy una pésima mentirosa y al final se acaban dando cuenta de mis triquiñuelas. He querido aparentar que no había pasado nada, cuando había pasado lo más grande. O más bien cuando alguien grande se había ido.

Dos años y dos días sin verte disfrutando en tu pequeño huerto, sin oír tus quejas o tu risa por vernos a todos tontos con los móviles, sin poder sentir un simple abrazo o un beso en la mejilla.  

Dos años y dos días echándote de menos y aún no soy capaz de hacerme a la idea de cuántos años y días me quedan sin ti.
Te echamos de menos. 

01 junio, 2015

Al final del pasillo tienes tu salida.

Hazme un favor y vete.
Déjame, otra vez, sola, vacía, aburrida y sin vida.
No quiero verte, oírte, sentirte, ni siquiera susurrarte sin querer.
Porque no te quiero, no te quiero en mi vida, quiero que te vayas, que me dejes. Porque quisiste entrar en mi vida de puntillas y acabaste dando zapatazos.
Un sinsentido más que quise creerme y acabó siendo un desastre, un caos inaccesible. Un lío que no duró ni una noche. Una resaca que no existió.
Pero me puse hasta arriba de verdades, de las mías, como cualquiera puede ponerse hasta arriba de heroína. Y después de aquello por fin lo supe.
Y te volví a querer, lejos, a kilómetros, y me daba igual si eran bajo tierra porque ya no me importabas, porque ya no disimulaba el asco que me dabas cada día desde primera hora de la mañana hasta que la noche nos consumía.
Y me aburrí de ti, de mí. De tus ganas de mentirme y dejarme como mentirosa. De mis ganas de darte otra oportunidad para crear algo distinto.
Y gracias a ti, ya me aburro con cualquiera y las cosas me importan menos, porque creía que eras diferente pero no me has demostrado nada más que trucos de magia mal acabados, donde el conejo no salía de la chistera, donde la moneda no estaba detrás de la oreja, donde no adivinabas la carta en la que pensaba, donde la chica a la que cortabas la partías de verdad.
Y ahora me das entre pena y asco, pero paso. Ya probé el fracaso en la comisura de mis labios y aunque no te probé, tenías el mismo aspecto. Disfrazado de palabras dulces, que habrían matado a cualquier diabético, pero tú no sabías que puedo ser tan ácida como quiera y que lo agridulce no está hecho para cualquier paladar.
Que no me las doy de especial, de fantástica, pero si hay algo que tengo claro es que no quiero a alguien capaz de ver mis palabras en un espejo, por si, de alguna manera y con algún que otro quizás, dándole la vuelta a todo lo que digo consigue estar conmigo.
Por eso hazte un favor y vete antes de que te mate, porque no me faltan ganas. Así que corre ahora que puedes, porque ya sabes que al final del pasillo está tu salida.

20 mayo, 2015

Nervios

Ellos, todos, cogidos de la mano se presentan cada año para tocar el piano de mis emociones. 
Para dar un recital de nerviosismo. 
Para hacer vibrar cada cuerda que va desde la razón hasta los sentimientos. 

Y por si fuera poco, no hay quién los haga parar una vez que empiezan su concierto anual.
A veces entonan la más preciosa melodía nerviosa. 
Otras, desafinan y destrozan cada cuerda, dejando al público que por allí ronda, atónito ante tal representación de lo horrible.

Y es que, son ellos, los nervios, los que no sabemos controlar y los que nos hacen hacer las cosas bien o mal.


19 mayo, 2015

Ansiedad.




Y allí estaba ella otra vez, arañando mis venas 
hacia arriba y hacia abajo, intentando salir. 

Columpiándose entre mis nervios, sacándome de quicio. 
Jugando a ver quién puede más, ella o yo.

Destrozando cada pedacito de paciencia que 
lograba esconder durante minutos contados.

Hiriendo a todo aquel que se acercase mucho a mí. 

Pero no podía vencerla, ella era más fuerte, sabía dónde esconderse y cómo hacer que pareciese que ya no estaba que se había ido.

Pero ella se vestía como una bestia, paciente entre la alegría nerviosa y el enfado fugaz, decidiendo hacia qué extremo correría esta vez colgada de mis nervios.

Y aunque el camino siempre era el mismo, hacia arriba o hacia abajo, ella se divertía arañando mis venas en sus paseos, buscando algún lugar dónde empezar un río de sangre que no fuese la mía. 

Y cuando ya había subido y bajado hasta cansarse, se subía en mis nervios y los usaba de columpios para poder tocar el cielo con la punta de los pies. 

Y aunque yo intentaba vencerla, ella era más fuerte 
porque era parte de mí.

Foto sacada de internet

14 mayo, 2015

Ni un segundo.

Nos miramos, y de repente, fuimos humo, cenizas,
ese calor que se improvisa;
y con apenas un soplo, con una brisa,
volamos.

Y sin saber dónde acabamos
comenzamos a buscarnos,
y pobres de nosotros,
ingenuos, diría yo,
por creer que al encontrarnos
seríamos capaces de recuperarnos.

Fuimos fugaces, como las estrellas,
porque, estúpida de mí, creía que sanabas mis heridas,
cuando realmente se las lamías a todas ellas,
y el desengaño vino con tus idas y venidas,
porque estabas más ausente conmigo
que pendiente del daño que me hacías.

Y salí de donde no me querían,
o más bien me echaron,
con el alma a los pies,
con tus besos con sabor a café,
y con mis heridas abiertas,
pues por lo visto mis palabras y mis actos,
en todo momento, sobraron.

Un simple cruce.

En aquel paso de cebras, como todas las tardes, estaba ella, esperando a que aquel semáforo decidiera ponerse en verde para poder cruzar sin miedo.
En aquel cruce, estaba ella, esperando a que alguien se cruzase con ella, esperando que alguien cruzase una mirada con ella, esperando a alguien capaz de cruzar una mirada de complicidad con una desconocida. Con ella.
En aquel paso de cebras pasaba unos minutos todas las tardes, porque el semáforo la hacía esperar, y porque ella, a pesar de poder saltarse sin problema aquel cruce, quería esperar algo
Y a día de hoy sigue pasando unos minutos en aquel cruce, porque quizás esperar si que valga la pena, quizás no en ese lugar, pero ella sabe que algún día pasará unos minutos en otro cruce y que puede que ese sea el lugar donde ocurra algo que ella espera.

07 mayo, 2015

La curiosidad mató a la chica.

Blanca como la luz, abandonada como la sombra.
Al fin abrió los ojos, sobresaltada, a pesar de llevar horas tumbada en aquella camilla blanca, con cientos de focos apuntándola y otros tantos ojos mirándola.
Asustada, corrió buscando alguna esquina donde poder resguardarse de la luz, pero pobre de ella; aquella habitación era redonda.
Recorrió toda la habitación buscando alguna salida, golpeando, con tristeza y entre lágrimas, cada espejo; y, a pesar de que todas las personas de detrás de los espejos la veían, ninguna hacía nada para ayudarla.
La miraban con curiosidad, con extrañeza, con interés. Ninguno quería ayudarla, pero todos apuntaban datos, movimientos. La estaban estudiando, probándola, por el simple hecho de resultarle interesante a aquellos ojos faltos de historias.
Ella no era especial, era como toda esa gente, era una chica de piel pálida, con unos ojos y pelo oscuros. Pero aunque ella no quisiera, sí que existía una diferencia. Nadie era capaz de ver su propia historia como ella era capaz de ver la suya.
Y así pasó las horas, o los días, pues allí no dejaban existir la noche, sin probar nada de lo que pretendían que comiera y bajo el único escondite que existía en aquella jaula circular; esa camilla blanca en la que había despertado.

Para cuando quisieron darse cuenta, la chica ya no estaba. Habían hecho que la chica ya no fuese. Había sido, pero ya, simplemente, no era.

06 mayo, 2015

Allí murió.

Allí, sin luz y de rodillas, rodeada de gente gritando asustada. Allí, desorientada y sin saber dónde ir. Allí estaba ella, con su vestido blanco manchado, con sus heridas abiertas y con su corazón entre las manos.
Allí, sin mediar palabra y sin saber contestar a las preguntas que le hacía aquella gente.
''¿Qué te ha pasado?''
''¿De dónde vienes?''
''¿A dónde vas?''
''¿Quién eres?''
Balbuceando comenzó a hablar.
''Yo... No sé quién soy. Antes lo sabía, pero ahora no. Vengo de un lugar acogedor lleno de cosas bonitas, o eso creía hasta que me hizo esto...''
''¿Quién te ha hecho esto?''
''No sé a dónde voy, ni si realmente voy a algún sitio. Yo... Creía que me quería, que quería que estuviese a su lado, pero... Me ha hecho esto. Él me ha hecho esto, y me ha dejado aquí, a mi suerte''.
Y allí, a oscuras y de rodillas, desorientada y sin saber a dónde ir, con su vestido blanco manchado y su corazón entre las manos, allí terminó su historia.

05 mayo, 2015

Silencio, el mentiroso ha hablado.

Y ahí estábamos, un día más, yo buscando silencio y él hablando demasiado. Con su boca tan perfecta, cosiendo mentiras en mi vida, como si de una muñeca de trapo se tratase. Por eso yo buscaba silencio, porque no quería más mentiras que me hicieran la existencia dulce cuando vivía en agonía conmigo misma.
Probé cientos de veces a callarle, con un beso, con un ''por favor'', con una caricia... Pero la única respuesta que obtuve eran más mentiras perfectamente talladas con su boca.
Me estaba hundiendo, me estaba creyendo sus ''te quiero'' cuando, realmente, se estaba alejando cada vez más de mí. Por eso no quería más mentiras, ni un solo ''te quiero'' más, por eso buscaba silencio en sus palabras.
Y no tuve más remedio que coserle los labios con una despedida amarga hecha de mentiras, como él me enseñó.
Ahí acabó todo, con una persona con los labios cosidos para no oírla más, y otra en ruinas y con miedo a las reformas.

02 mayo, 2015

Sin saber vivir.

Quiero ser hoy, pero me olvido del ayer. Y es una pena, porque queriendo vivir hoy no sé si llegaré a mañana si olvido los errores de ayer.
Porque no sé vivir hoy, sé vivir en el ayer, pero hoy... Hoy para mí no existe. ¿Y mañana? Mañana ni lo pienso porque siempre le espero y  nunca llega.
Y es una pena que sin saber vivir, esté sobreviviendo.

Pobre niño pequeño.

Esa gente que se tambalea. Que deja que su vida le caiga a los pies por no saber disfrutar de las oportunidades. Esa gente que hace de sus vidas un castillo de arena, como un niño pequeño, en la primera línea de la playa, esperando que nada ni nadie le derrumbe esa gran fortaleza que ha construido para sus sueños de una tarde.
Pero pobre niño pequeño, que aún no comprende que las olas no tienen piedad con nada ni con nadie, pobre niño que no espera que su castillo quede deshecho, pobre niño que pensaba que su castillo era fuerte, que era capaz de soportarlo todo. Pobre niño; su castillo se lo llevó la marea en un abrir y cerrar de ojos.
Desde aquel día el pobre niño pequeño decidió que no sería como aquel castillo de arena que se vino abajo de un golpe. Desde aquel día el niño pequeño se construyó su propio castillo donde no dejaba ver lo que en realidad era, un buen niño.
En aquel castillo solo se oía el eco de las opiniones de sus amigos, pero pobre niño pequeño, que no supo elegir a sus amigos, pobre niño pequeño que llamaba “amigo” a cualquiera que lo tratase bien. Pobre niño pequeño que dejó que valieran más las opiniones de sus amigos, que las de su familia.
Y así el pobre niño pequeño creó una infancia que no quería, y llegó a una adolescencia donde las opiniones y consejos de sus amigos iban a crearle serios problemas de salud. Pero pobre niño pequeño que no sabía dónde se metía, pobre niño pequeño que valoraba más unas risas de sus amigos, que un “enhorabuena” de su familia.

Y pobre niño pequeño que se escudó en todo lo que pudo para no  enfrentarse a la realidad, sin saber que la realidad le haría menos daño que  aquella fantasía que había inventado.

Y pobre niño pequeño que ha llegado a adulto con tantos problemas que ya no sabe manejarlos y, sin querer, destroza la vida de los que sólo quieren ayudarle.

Y pobre niño pequeño, y pobre adolescente, y pobre adulto, y pobre gente que sólo quiere ayudarle. Y qué suerte tuvieron sus amigos, que le destrozaron la vida y ahora ellos tienen vida de sobra para vivirla.

16 abril, 2015

Las mariposas de su piel.

Cada día un nuevo reto. Cada noche el mismo final. El dulce, frío y duro acero contra su cuerpo dejando marcas en su blanca piel. Marcas que, para ella, no eran más que pequeños lugares por dónde dejaba escapar su dolor, su agonía. Marcas por dónde ella se escapaba sin darse cuenta. Pero un día más, fue un día menos, porque aquella noche su vida se escapó entre sus manos, entre sus lágrimas... Aquella noche, ella dejó de ser blanca como la Luna. Aquella noche, ella fue de un rojo más oscuro de lo normal. Aquella noche, ella fue pero se fue.


26 marzo, 2015

Silencios de advertencia.

Y todos le avisaron, todos le advirtieron, incluso ella misma, que si quería ver a esa flor en su plenitud no podría insistirle para que floreciese para él. Pero él, haciendo caso omiso a todas las advertencias, le insistió, le atosigó, obteniendo, como única respuesta, el silencio de los pétalos marchitos.
Y a partir de ahí, él comenzó a culpar a la flor por no florecer, por no enseñarle lo bella que podía llegar a ser, en lugar de culparse a él por no haber hecho caso a todas las normas que le habían dado. Porque pensó que con él la flor sería diferente, y que por saltarse las normas no iba a pasar nada, pero pasó. 
¿Y cómo acabó todo? Con la flor como culpable porque a él le era más fácil culpar a los demás que culparse a sí mismo por no haber hecho bien las cosas.

02 marzo, 2015

Un "yo qué sé" del desastre constante.

Pueden partirnos la cara, pero no vamos a sentir peor dolor que el que nos producen los golpes de realidad.
Con el café a medias, las medias rotas junto con las ilusiones sin terminar salgo todos los días a la calle, con miedo, por si alguien me quiere encontrar. Porque llevo tanto tiempo perdida, sin encontrarme, que en el momento en el que quiero volver a conectar con el mundo siento que todo ha cambiado tanto que no encajo en ningún sitio.
Quiero empezar una nueva vida, empezar de cero, pero me asustan los comienzos. Porque mi vida es como una película en la que yo, la propia directora, no sabe encajar ni diálogos, ni ningún tipo de interacción para que quede algo medio decente.
Porque soy un desastre y, a estas alturas, creo que ya no tengo remedio.