09 septiembre, 2015

Crisis.

Hemos perdido. Lo hemos perdido todo...

Hemos perdido las ganas de luchar tras tantas decepciones.
Hemos perdido las ganas de conocer cosas nuevas por el miedo a encontrar algo que no nos guste.
Hemos perdido la poca compasión que nos quedaba.
Hemos perdido la poca humanidad que nos distinguía.
Hemos perdido cualquier rastro de ganas de ayudar porque ya no nos importa nadie.
Hemos perdido cualquier ápice de ganas de vivir porque no queremos vivir como nos toca.
Hemos perdido las ganas de sonreír porque la vida siempre es injusta con nosotros.

...aunque también hemos ganado. Hemos ganado demasiado.

Hemos ganado espacio en nuestras vidas por haber construido barreras imposibles de saltar.
Hemos ganado en egoísmo por no querer compartir algo que no es ni siquiera nuestro.
Hemos ganado en hipocresía por mentirnos incluso a nosotros mismos.
Hemos ganado en venta de antidepresivos y en falsa felicidad porque estar triste está mal visto.
Hemos ganado en deshumanización pues cada día sentimos menos por nosotros mismos y por el resto.
Hemos ganado en riqueza porque los pobres ya no quieren vivir.

Y ahora no sé si es mejor proclamarse ganador o perdedor, porque hemos entrado en crisis.
Una crisis de valores dónde o traes verdes praderas en tus bolsillos o nadie te oirá quejarte por mucha razón que lleven tus gritos.

03 septiembre, 2015

El mar.

El mar respiraba tranquilo una noche más. O una noche menos. 
El mar. Tan inocente y culpable a la vez. 
Ese mar que se ha tragado las almas de los más atrevidos, o de los más desesperados. Pues la desesperación llevada al límite puede verse como atrevimiento.

Ese mar que se ha tragado cientos de almas hoy respira tranquilo, 
pues sabe que cualquiera que caiga en su aguas está a salvo.

¿¿Uno puede estar a salvo en un cárcel de almas??

Mamá, ¿por qué está todo tan oscuro, por qué no puedo respirar, por qué hace tanto frío?
No te preocupes cariño. Mientras seamos capaces de ver la luna, estamos a salvo.
¿Dónde estamos, mamá?
En el mar, cariño.
Pero no hay sirenas.
Pero nos tenemos el uno al otro.
-Se abrazaron más fuerte.-
Mamá,¿dónde está la luna?
[...]
¿Mamá? Mamá, responde. ¡¿Mamá!?
[...]


El mar, que lo escuchaba todo, se quedó callado, en calma.
Reinaba el silencio más absoluto.
El mar volvió a suspirar.
Pero en aquel suspiro rompió a llorar, pues aquella madre y su hijo, que debían salvarse y llegar a tierra firme, perecieron en el intento y quedaron atrapados en su fría oscuridad.

Y por eso, cada vez que el mar recuerda a aquella madre y a aquel hijo, se pone furioso y llora, rompiendo así sus olas en cualquier orilla.