20 mayo, 2015

Nervios

Ellos, todos, cogidos de la mano se presentan cada año para tocar el piano de mis emociones. 
Para dar un recital de nerviosismo. 
Para hacer vibrar cada cuerda que va desde la razón hasta los sentimientos. 

Y por si fuera poco, no hay quién los haga parar una vez que empiezan su concierto anual.
A veces entonan la más preciosa melodía nerviosa. 
Otras, desafinan y destrozan cada cuerda, dejando al público que por allí ronda, atónito ante tal representación de lo horrible.

Y es que, son ellos, los nervios, los que no sabemos controlar y los que nos hacen hacer las cosas bien o mal.


19 mayo, 2015

Ansiedad.




Y allí estaba ella otra vez, arañando mis venas 
hacia arriba y hacia abajo, intentando salir. 

Columpiándose entre mis nervios, sacándome de quicio. 
Jugando a ver quién puede más, ella o yo.

Destrozando cada pedacito de paciencia que 
lograba esconder durante minutos contados.

Hiriendo a todo aquel que se acercase mucho a mí. 

Pero no podía vencerla, ella era más fuerte, sabía dónde esconderse y cómo hacer que pareciese que ya no estaba que se había ido.

Pero ella se vestía como una bestia, paciente entre la alegría nerviosa y el enfado fugaz, decidiendo hacia qué extremo correría esta vez colgada de mis nervios.

Y aunque el camino siempre era el mismo, hacia arriba o hacia abajo, ella se divertía arañando mis venas en sus paseos, buscando algún lugar dónde empezar un río de sangre que no fuese la mía. 

Y cuando ya había subido y bajado hasta cansarse, se subía en mis nervios y los usaba de columpios para poder tocar el cielo con la punta de los pies. 

Y aunque yo intentaba vencerla, ella era más fuerte 
porque era parte de mí.

Foto sacada de internet

14 mayo, 2015

Ni un segundo.

Nos miramos, y de repente, fuimos humo, cenizas,
ese calor que se improvisa;
y con apenas un soplo, con una brisa,
volamos.

Y sin saber dónde acabamos
comenzamos a buscarnos,
y pobres de nosotros,
ingenuos, diría yo,
por creer que al encontrarnos
seríamos capaces de recuperarnos.

Fuimos fugaces, como las estrellas,
porque, estúpida de mí, creía que sanabas mis heridas,
cuando realmente se las lamías a todas ellas,
y el desengaño vino con tus idas y venidas,
porque estabas más ausente conmigo
que pendiente del daño que me hacías.

Y salí de donde no me querían,
o más bien me echaron,
con el alma a los pies,
con tus besos con sabor a café,
y con mis heridas abiertas,
pues por lo visto mis palabras y mis actos,
en todo momento, sobraron.

Un simple cruce.

En aquel paso de cebras, como todas las tardes, estaba ella, esperando a que aquel semáforo decidiera ponerse en verde para poder cruzar sin miedo.
En aquel cruce, estaba ella, esperando a que alguien se cruzase con ella, esperando que alguien cruzase una mirada con ella, esperando a alguien capaz de cruzar una mirada de complicidad con una desconocida. Con ella.
En aquel paso de cebras pasaba unos minutos todas las tardes, porque el semáforo la hacía esperar, y porque ella, a pesar de poder saltarse sin problema aquel cruce, quería esperar algo
Y a día de hoy sigue pasando unos minutos en aquel cruce, porque quizás esperar si que valga la pena, quizás no en ese lugar, pero ella sabe que algún día pasará unos minutos en otro cruce y que puede que ese sea el lugar donde ocurra algo que ella espera.

07 mayo, 2015

La curiosidad mató a la chica.

Blanca como la luz, abandonada como la sombra.
Al fin abrió los ojos, sobresaltada, a pesar de llevar horas tumbada en aquella camilla blanca, con cientos de focos apuntándola y otros tantos ojos mirándola.
Asustada, corrió buscando alguna esquina donde poder resguardarse de la luz, pero pobre de ella; aquella habitación era redonda.
Recorrió toda la habitación buscando alguna salida, golpeando, con tristeza y entre lágrimas, cada espejo; y, a pesar de que todas las personas de detrás de los espejos la veían, ninguna hacía nada para ayudarla.
La miraban con curiosidad, con extrañeza, con interés. Ninguno quería ayudarla, pero todos apuntaban datos, movimientos. La estaban estudiando, probándola, por el simple hecho de resultarle interesante a aquellos ojos faltos de historias.
Ella no era especial, era como toda esa gente, era una chica de piel pálida, con unos ojos y pelo oscuros. Pero aunque ella no quisiera, sí que existía una diferencia. Nadie era capaz de ver su propia historia como ella era capaz de ver la suya.
Y así pasó las horas, o los días, pues allí no dejaban existir la noche, sin probar nada de lo que pretendían que comiera y bajo el único escondite que existía en aquella jaula circular; esa camilla blanca en la que había despertado.

Para cuando quisieron darse cuenta, la chica ya no estaba. Habían hecho que la chica ya no fuese. Había sido, pero ya, simplemente, no era.

06 mayo, 2015

Allí murió.

Allí, sin luz y de rodillas, rodeada de gente gritando asustada. Allí, desorientada y sin saber dónde ir. Allí estaba ella, con su vestido blanco manchado, con sus heridas abiertas y con su corazón entre las manos.
Allí, sin mediar palabra y sin saber contestar a las preguntas que le hacía aquella gente.
''¿Qué te ha pasado?''
''¿De dónde vienes?''
''¿A dónde vas?''
''¿Quién eres?''
Balbuceando comenzó a hablar.
''Yo... No sé quién soy. Antes lo sabía, pero ahora no. Vengo de un lugar acogedor lleno de cosas bonitas, o eso creía hasta que me hizo esto...''
''¿Quién te ha hecho esto?''
''No sé a dónde voy, ni si realmente voy a algún sitio. Yo... Creía que me quería, que quería que estuviese a su lado, pero... Me ha hecho esto. Él me ha hecho esto, y me ha dejado aquí, a mi suerte''.
Y allí, a oscuras y de rodillas, desorientada y sin saber a dónde ir, con su vestido blanco manchado y su corazón entre las manos, allí terminó su historia.

05 mayo, 2015

Silencio, el mentiroso ha hablado.

Y ahí estábamos, un día más, yo buscando silencio y él hablando demasiado. Con su boca tan perfecta, cosiendo mentiras en mi vida, como si de una muñeca de trapo se tratase. Por eso yo buscaba silencio, porque no quería más mentiras que me hicieran la existencia dulce cuando vivía en agonía conmigo misma.
Probé cientos de veces a callarle, con un beso, con un ''por favor'', con una caricia... Pero la única respuesta que obtuve eran más mentiras perfectamente talladas con su boca.
Me estaba hundiendo, me estaba creyendo sus ''te quiero'' cuando, realmente, se estaba alejando cada vez más de mí. Por eso no quería más mentiras, ni un solo ''te quiero'' más, por eso buscaba silencio en sus palabras.
Y no tuve más remedio que coserle los labios con una despedida amarga hecha de mentiras, como él me enseñó.
Ahí acabó todo, con una persona con los labios cosidos para no oírla más, y otra en ruinas y con miedo a las reformas.

02 mayo, 2015

Sin saber vivir.

Quiero ser hoy, pero me olvido del ayer. Y es una pena, porque queriendo vivir hoy no sé si llegaré a mañana si olvido los errores de ayer.
Porque no sé vivir hoy, sé vivir en el ayer, pero hoy... Hoy para mí no existe. ¿Y mañana? Mañana ni lo pienso porque siempre le espero y  nunca llega.
Y es una pena que sin saber vivir, esté sobreviviendo.

Pobre niño pequeño.

Esa gente que se tambalea. Que deja que su vida le caiga a los pies por no saber disfrutar de las oportunidades. Esa gente que hace de sus vidas un castillo de arena, como un niño pequeño, en la primera línea de la playa, esperando que nada ni nadie le derrumbe esa gran fortaleza que ha construido para sus sueños de una tarde.
Pero pobre niño pequeño, que aún no comprende que las olas no tienen piedad con nada ni con nadie, pobre niño que no espera que su castillo quede deshecho, pobre niño que pensaba que su castillo era fuerte, que era capaz de soportarlo todo. Pobre niño; su castillo se lo llevó la marea en un abrir y cerrar de ojos.
Desde aquel día el pobre niño pequeño decidió que no sería como aquel castillo de arena que se vino abajo de un golpe. Desde aquel día el niño pequeño se construyó su propio castillo donde no dejaba ver lo que en realidad era, un buen niño.
En aquel castillo solo se oía el eco de las opiniones de sus amigos, pero pobre niño pequeño, que no supo elegir a sus amigos, pobre niño pequeño que llamaba “amigo” a cualquiera que lo tratase bien. Pobre niño pequeño que dejó que valieran más las opiniones de sus amigos, que las de su familia.
Y así el pobre niño pequeño creó una infancia que no quería, y llegó a una adolescencia donde las opiniones y consejos de sus amigos iban a crearle serios problemas de salud. Pero pobre niño pequeño que no sabía dónde se metía, pobre niño pequeño que valoraba más unas risas de sus amigos, que un “enhorabuena” de su familia.

Y pobre niño pequeño que se escudó en todo lo que pudo para no  enfrentarse a la realidad, sin saber que la realidad le haría menos daño que  aquella fantasía que había inventado.

Y pobre niño pequeño que ha llegado a adulto con tantos problemas que ya no sabe manejarlos y, sin querer, destroza la vida de los que sólo quieren ayudarle.

Y pobre niño pequeño, y pobre adolescente, y pobre adulto, y pobre gente que sólo quiere ayudarle. Y qué suerte tuvieron sus amigos, que le destrozaron la vida y ahora ellos tienen vida de sobra para vivirla.