Ellos, todos, cogidos de la mano se presentan cada año para tocar el piano de mis emociones.
Para dar un recital de nerviosismo.
Para hacer vibrar cada cuerda que va desde la razón hasta los sentimientos.
Y por si fuera poco, no hay quién los haga parar una vez que empiezan su concierto anual.
A veces entonan la más preciosa melodía nerviosa.
Otras, desafinan y destrozan cada cuerda, dejando al público que por allí ronda, atónito ante tal representación de lo horrible.
Y es que, son ellos, los nervios, los que no sabemos controlar y los que nos hacen hacer las cosas bien o mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario