Hazme un favor y vete.
Déjame, otra vez, sola, vacía, aburrida y sin vida.
No quiero verte, oírte, sentirte, ni siquiera susurrarte sin querer.
Porque no te quiero, no te quiero en mi vida, quiero que te vayas, que me dejes. Porque quisiste entrar en mi vida de puntillas y acabaste dando zapatazos.
Un sinsentido más que quise creerme y acabó siendo un desastre, un caos inaccesible. Un lío que no duró ni una noche. Una resaca que no existió.
Pero me puse hasta arriba de verdades, de las mías, como cualquiera puede ponerse hasta arriba de heroína. Y después de aquello por fin lo supe.
Y te volví a querer, lejos, a kilómetros, y me daba igual si eran bajo tierra porque ya no me importabas, porque ya no disimulaba el asco que me dabas cada día desde primera hora de la mañana hasta que la noche nos consumía.
Y me aburrí de ti, de mí. De tus ganas de mentirme y dejarme como mentirosa. De mis ganas de darte otra oportunidad para crear algo distinto.
Y gracias a ti, ya me aburro con cualquiera y las cosas me importan menos, porque creía que eras diferente pero no me has demostrado nada más que trucos de magia mal acabados, donde el conejo no salía de la chistera, donde la moneda no estaba detrás de la oreja, donde no adivinabas la carta en la que pensaba, donde la chica a la que cortabas la partías de verdad.
Y ahora me das entre pena y asco, pero paso. Ya probé el fracaso en la comisura de mis labios y aunque no te probé, tenías el mismo aspecto. Disfrazado de palabras dulces, que habrían matado a cualquier diabético, pero tú no sabías que puedo ser tan ácida como quiera y que lo agridulce no está hecho para cualquier paladar.
Que no me las doy de especial, de fantástica, pero si hay algo que tengo claro es que no quiero a alguien capaz de ver mis palabras en un espejo, por si, de alguna manera y con algún que otro quizás, dándole la vuelta a todo lo que digo consigue estar conmigo.
Déjame, otra vez, sola, vacía, aburrida y sin vida.
No quiero verte, oírte, sentirte, ni siquiera susurrarte sin querer.
Porque no te quiero, no te quiero en mi vida, quiero que te vayas, que me dejes. Porque quisiste entrar en mi vida de puntillas y acabaste dando zapatazos.
Un sinsentido más que quise creerme y acabó siendo un desastre, un caos inaccesible. Un lío que no duró ni una noche. Una resaca que no existió.
Pero me puse hasta arriba de verdades, de las mías, como cualquiera puede ponerse hasta arriba de heroína. Y después de aquello por fin lo supe.
Y te volví a querer, lejos, a kilómetros, y me daba igual si eran bajo tierra porque ya no me importabas, porque ya no disimulaba el asco que me dabas cada día desde primera hora de la mañana hasta que la noche nos consumía.
Y me aburrí de ti, de mí. De tus ganas de mentirme y dejarme como mentirosa. De mis ganas de darte otra oportunidad para crear algo distinto.
Y gracias a ti, ya me aburro con cualquiera y las cosas me importan menos, porque creía que eras diferente pero no me has demostrado nada más que trucos de magia mal acabados, donde el conejo no salía de la chistera, donde la moneda no estaba detrás de la oreja, donde no adivinabas la carta en la que pensaba, donde la chica a la que cortabas la partías de verdad.
Y ahora me das entre pena y asco, pero paso. Ya probé el fracaso en la comisura de mis labios y aunque no te probé, tenías el mismo aspecto. Disfrazado de palabras dulces, que habrían matado a cualquier diabético, pero tú no sabías que puedo ser tan ácida como quiera y que lo agridulce no está hecho para cualquier paladar.
Que no me las doy de especial, de fantástica, pero si hay algo que tengo claro es que no quiero a alguien capaz de ver mis palabras en un espejo, por si, de alguna manera y con algún que otro quizás, dándole la vuelta a todo lo que digo consigue estar conmigo.
Por eso hazte un favor y vete antes de que te mate, porque no me faltan ganas. Así que corre ahora que puedes, porque ya sabes que al final del pasillo está tu salida.
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