Dos años y un día. Ese es el tiempo total que llevo sin saber nada de ti, porque no hay nada que saber. Porque ese es el tiempo exacto que llevas fuera, de viaje, de esos viajes en los que no pides billete de vuelta pero que todo el mundo quiere que vuelvas. Ese tipo de viaje que nadie que hagas pero que todos debemos hacer algún día. El menos esperado para algunos, para otros, la fecha de ida se ve venir desde lejos.
Dos años y un día, ahora dos, pues esto comencé a escribirlo ayer pero no pude acabarlo.
Dos años y dos días, ¡cuántas cosas han pasado y cuánto me he superado a mí misma! Dos años y dos días dedicándote cada triunfo. Dos años y dos días pidiendo perdón por cada derrota, por cada fallo, por no ser suficiente.
Dos años y dos días.
Todo este tiempo he tenido un nudo en la garganta que me impedía hablar de ti sin acabar balbuceando entre sollozos, todo este tiempo he sido incapaz de mantener la calma al ver una foto tuya. He sido incapaz de no romper a llorar al volver a verte en alguna foto, o al escuchar alguna historia tuya de boca de otra persona.
Porque he querido aparentar que no me pasaba nada, que todo iba a seguir bien, igual. He querido aparentar que era fuerte, cuando no lo soy. He querido engañar al resto, pero soy una pésima mentirosa y al final se acaban dando cuenta de mis triquiñuelas. He querido aparentar que no había pasado nada, cuando había pasado lo más grande. O más bien cuando alguien grande se había ido.
Dos años y dos días sin verte disfrutando en tu pequeño huerto, sin oír tus quejas o tu risa por vernos a todos tontos con los móviles, sin poder sentir un simple abrazo o un beso en la mejilla.
Dos años y dos días echándote de menos y aún no soy capaz de hacerme a la idea de cuántos años y días me quedan sin ti.
Te echamos de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario