¿Qué hacemos cuando una vida se acaba?
Nos atamos a los huesos, a los besos no dados, a los abrazos avergonzados.
Dios ha muerto, está putrefacto, ya no te une ningún lazo al cielo.
Disfruta lo de hoy; mañana estarás muerto y te darán de lado.
La relatividad de la vida, su efimeridad, nos vuelve locos poco a poco.
Porque no hay nada seguro, porque la eternidad se muere.
Tú te mueres y no te aferras a la vida, te aferras a su fin,
a una creencia llena de inseguridad.
Te aferras a la seguridad que esto va a acabar,
pero no piensas en que puedes disfrutar,
más o menos, mejor o peor,
puedes aprender y enseñar que aunque la vida se acabe,
se puede ser fiel a ella y no a una creencia con límites.
Porque es cierto que es seguro que se va a acabar,
pero también es seguro que podemos disfrutar.
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