El mar respiraba tranquilo una noche más. O una noche menos.
El mar. Tan inocente y culpable a la vez.
Ese mar que se ha tragado las almas de los más atrevidos, o de los más desesperados. Pues la desesperación llevada al límite puede verse como atrevimiento.
Ese mar que se ha tragado cientos de almas hoy respira tranquilo,
pues sabe que cualquiera que caiga en su aguas está a salvo.
¿¿Uno puede estar a salvo en un cárcel de almas??
Mamá, ¿por qué está todo tan oscuro, por qué no puedo respirar, por qué hace tanto frío?
No te preocupes cariño. Mientras seamos capaces de ver la luna, estamos a salvo.
¿Dónde estamos, mamá?
En el mar, cariño.
Pero no hay sirenas.
Pero nos tenemos el uno al otro.
-Se abrazaron más fuerte.-
Mamá,¿dónde está la luna?
[...]
¿Mamá? Mamá, responde. ¡¿Mamá!?
[...]
El mar, que lo escuchaba todo, se quedó callado, en calma.
Reinaba el silencio más absoluto.
El mar volvió a suspirar.
Pero en aquel suspiro rompió a llorar, pues aquella madre y su hijo, que debían salvarse y llegar a tierra firme, perecieron en el intento y quedaron atrapados en su fría oscuridad.
Y por eso, cada vez que el mar recuerda a aquella madre y a aquel hijo, se pone furioso y llora, rompiendo así sus olas en cualquier orilla.
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