Cada día un nuevo reto. Cada noche el mismo final. El dulce, frío y duro acero contra su cuerpo dejando marcas en su blanca piel. Marcas que, para ella, no eran más que pequeños lugares por dónde dejaba escapar su dolor, su agonía. Marcas por dónde ella se escapaba sin darse cuenta. Pero un día más, fue un día menos, porque aquella noche su vida se escapó entre sus manos, entre sus lágrimas... Aquella noche, ella dejó de ser blanca como la Luna. Aquella noche, ella fue de un rojo más oscuro de lo normal. Aquella noche, ella fue pero se fue.
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