Aquel día me levanté más decidida que nunca a ordenar mi vida comenzando por mis problemas. Había madrugado y tenía el día libre, así que tendría tiempo suficiente.
Como cada mañana, me preparé un café y me senté a desayunar mientras apuntaba todos mis delirios en una libreta pequeña que me había comprado la tarde anterior, y a la cual ya le había llenado las primeras páginas con algunos consejos para mejorar mi fotografía y alguna que otra idea para la historia que me traía entre manos.
"Hoy quiero hacer una declaración de prioridades. Quizás cambian con el paso del tiempo, pero la que no deberá cambiar es que yo soy la primera que tiene que quererse y valorarse.Tengo que levantarme todas las mañanas y decirme que soy preciosa, aunque las ojeras me lleguen al suelo. También tengo que sonreír ante todos los problemas, y hoy el primer problema que se me viene a la cabeza es qué voy a hacer con mi vida, qué camino es el mío, por dónde tengo que seguir después de tanto..."
Dejé de escribir. No sabía cómo seguir. Acababa de empezar el día y ya notaba aquella soledad oprimiéndome el pecho, nublando mi vista como aquellas gotas de lluvia que una vez corrieron por mi rostro, camuflando toda señal de las lágrimas.
Llevaba meses sintiéndome mal conmigo misma, recordando todas las veces que había estado a punto de suicidarme sin pensar que haría más daño así que si me mantenía con vida, recordando aquellos maravillosos meses de verano en los que me quise y me quisiste, recordando todos aquellos años en los que estuviste a mi lado queriéndome de forma incondicional, asumiendo lo que me había enseñado todo el mundo que había pasado por mi vida.
Había pasado ya un año de la muerte de mi abuelo, y desde entonces llevaba una auténtica mierda de vida anímica. Era una noria, a veces arriba sintiendo que el aire acariciaba mi cara, a veces abajo notando que me ahogaba en mi propia hipocresía emocional.
-Oh, vamos, alguien tan preciosa como yo se merece un buen cambio.
Me sentía realmente estúpida diciéndome "preciosa" a mí misma, pero una vez más, hice un esfuerzo y sonreí.
Ya estaba cansada de la soledad y la tristeza, estaba cansada de llorar con cualquier cosa, quería ser fuerte y demostrar cuánto valía. En cuanto volviera a clase, iban a dejar de tomarme por aquella idiota inocente que siempre iba descuidada porque no se quería ni lo más mínimo.
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